Unas obras ponen al descubierto el recinto funerario en plena ciudad.
El CSIC investigará si un raro asentamiento en Os Ancares fue un campamento de la conquista
PEPE SEIJO / SILVIA R. PONTEVEDRA Lugo / Santiago 3 DIC 2013 - 00:30 CET1
Las obras en la antigua cárcel de Lugo y en las oficinas que albergaron la Policía Local, en la Plaza de la Constitución, dentro del Plan Urban (financiado con fondos europeos, del concello y de la diputación), para emplazar allí un centro cultural, pusieron al descubierto una necrópolis romana, “única” en el noroeste peninsular, en palabras del arqueólogo encargado de estos trabajos Francisco Hervés. Afloraron varias urnas funerarias, “entre cuatro y cinco”, dentro de esa estructura donde también se encontró una piscina ritual y unos columbarios donde se depositarían los huesos.
Precisamente, la “humedad” de la zona no ha permitido la localización de restos óseos en este cementerio. El ritual, supuestamente, empezaría por el lavado purificador del cadáver, que luego sería incinerado. Una vez consumada esta operación se depositarían en esta necrópolis romana las cenizas de los difuntos. Hervés señaló que en esa época, del siglo I al siglo IV de nuestra era, también era frecuente que se celebrara "un ceremonial con ágapes”, durante el enterramiento, lo que vendría a ser una forma de honrar a los muertos.
El concello de Lugo ya anuncia que abrirá una "ventana arqueológica", para lo que se destinarán 34.000 euros, adelantó el alcalde de la ciudad, Xosé López Orozco, durante la presentación de los hallazgos. Según él se busca, con los restos de la estructura funeraria, “rescatarlos, restituirlos y dejarlos in situ”.
Este hallazgo se suma a otros muy recientes sobre la historia romana de la provincia de Lugo. Este mismo año, en primavera, un grupo de vecinos del colectivo Mariña Patrimonio, localizó por casualidad una gran mina de oro en la costa, entre los municipios de Foz y Burela, y a finales de verano un equipo del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) constató algo que se sospechaba desde hacía tiempo: que los romanos acamparon en Os Ancares, listos para atacar, en su conquista del Noroeste.
Según los datos que facilitó este equipo, dirigido por Almudena Orejas y Javier Sánchez-Palencia, los legionarios montaron el campamento a 1.300 metros de altura, en lo más alto de la montaña que separa Galicia de Asturias y León. El asentamiento de A Recacha, en Navia de Suarna, podría no medir más de una hectárea, y dependía, o estaba relacionado, formando parte de una misma red estratégica, con otro algo mayor (unas 5,5 hectáreas) ubicado entre Ibias (Asturias) y Candín (León), a menos de un kilómetro del anterior, el campamento de A Granda das Xarras. El segundo, una base legionaria de manual, en forma de cuadrícula, fue identificado el pasado mes de agosto como destacamento militar romano, mientras que el gallego, de forma irregular, adaptada al vértice de la montaña, todavía tendrá que esperar hasta el verano que viene para que una nueva campaña arqueológica del CSIC confirme las sospechas sobre su origen y el papel que jugaba en la vida militar. Las legiones romanas podrían haber elegido esta cima de Os Ancares para penetrar en Galicia, el último reducto de la Península Ibérica, al final de las llamadas Guerras Cántabras, que tuvieron lugar entre los años 26 y 19 antes de Cristo. La base de A Recacha sería, de momento, la más occidental de todas las que han sido localizadas en la línea de cumbres de la cordillera cantábrica.
El equipo de especialistas del grupo de investigación denominado Estructura Social y Territorio-Arqueología del Paisaje espera firmar un acuerdo de colaboración con los tres Ayuntamientos de la zona (Navia, Ibias y Candín) para poder afrontar la excavación del año que viene. "Solo hemos arrancado", comenta Almudena Orejas, "la idea es trabajar con un convenio, en campañas veraniegas, y la verdad es que los tres Ayuntamientos están volcados, con una disponibilidad total a colaborar, orgullosos de sacar a la luz sus vestigios del pasado". El asentamiento de A Recacha es, actualmente, inaccesible, por la espesa vegetación que lo protege. "Lo primero que hay que hacer es un desbroce con control arqueológico", sigue explicando la especialista del CSIC desde Madrid, "para poder subir equipos e identificar la verdadera morfología del recinto".
En A Granda das Xarras se recogieron algunas muestras (como un fragmento de pilum y una tachuela que posiblemente hubiese servido para fijar tiendas de campaña) que ahora están siendo analizadas en los laboratorios del Instituto de Historia. También se buscará la posible relación de estas bases militares con la existencia de una mina de oro en otro municipio vecino, el asturiano de Belmonte de Miranda, cuyo yacimiento vuelve a ser explotado en la actualidad por una compañía extranjera.
Los investigadores que estudian el lugar de A Granda das Xarras creen que tanto este campamento de forma rectangular como el mucho más irregular de A Recacha (de momento solo identificado en cartas arqueológicas de la Xunta como "posible recinto campamental") estuvieron "vinculados al avance del ejército romano", eran de carácter "estacional" y pudieron dar servicio en varias campañas o quizás solo en una. Esta idea, la del escaso tiempo de uso de estas instalaciones militares, también la confirma Santiago Ferrer, director de la excavación de A Cidá, Aquae Querquennae, en Bande. El asentamiento que él investiga y el de Cidadela (en Sobrado dos Monxes) son muy posteriores, de entre los siglos I y II de esta era, y de algo más de dos hectáreas de superficie. Eran, a diferencia de los campamentos hallados en la cornisa cantábrica, bases de larga estancia para desplegar el dominio territorial, la explotación de riquezas y las obras públicas, una vez que la Gallaecia fue efectivamente conquistada. Recientemente, también se identificó en Cornado (Negreira) otro de los supuestos campamentos de conquista, una avanzadilla con responsabilidades de control, además, sobre el oro de Brandomil, probablemente con funciones semejantes a las dos bases localizadas por el CSIC en Os Ancares. El de Cornado supera con creces las dimensiones de todos los demás asentamientos citados. Sería, con sus 12 hectáreas, el más grande de Galicia.
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