Miguel San Claudio Santa Cruz
Una de las características más atractivas de la Arqueología Submarina frente a la terrestre es la variabilidad cultural que podemos esperar al estudiar un espacio marítimo. Si en tierra firme sólo podemos esperar un origen cultural acorde con el territorio marco en que nos movemos, en la arqueología desarrollada bajo el mar podemos topar con naves de casi cualquier nación y cargamentos con los más dispares orígenes.
Galicia se adentra como un apéndice del continente en el océano yugulando la ruta comercial más activa de la historia. La dureza de la costa, su climatología, junto a otros factores, ha ocasionado la pérdida de un número significativo de naves.
En noviembre del año 2006 la Xunta de Galicia comenzó los trabajos de estudio arqueológico del riquísimo patrimonio cultural sumergido en torno al cabo Finisterre, en la Costa de la Muerte gallega. Fondos provenientes del Ministerio de Cultura contribuyeron a sufragar los gastos del estudio. La aportación económica del Estado y la Autonomía se interrumpió en el año 2012.
Galicia se adentra como un apéndice del continente en el océano yugulando la ruta comercial más activa de la historia. La dureza de la costa, su climatología, junto a otros factores, ha ocasionado la pérdida de un número significativo de naves.
En noviembre del año 2006 la Xunta de Galicia comenzó los trabajos de estudio arqueológico del riquísimo patrimonio cultural sumergido en torno al cabo Finisterre, en la Costa de la Muerte gallega. Fondos provenientes del Ministerio de Cultura contribuyeron a sufragar los gastos del estudio. La aportación económica del Estado y la Autonomía se interrumpió en el año 2012.
El estudio no se detuvo por ello, con la colaboración del Ayuntamiento de Finisterre, la Cofradía de Pescadores de ese puerto, empresas privadas y con el apoyo de la Universidad de Texas A&M, pudimos mantener viva, hasta hoy, con gran esfuerzo, la débil luz de la Arqueología Subacuática en el Norte Peninsular.
Restitución fotogramétrica del timón de uno de los pecios de la Armada de 1596 localizados. José Luis Casabán, Texas A&M. Archeonauta S.L.
La colaboración con el departamento de antropología de la University of Texas, A&M, es consecuencia de existir entre sus líneas de investigación el estudio de los buques hispanos del siglo XVI.
El objetivo del estudio del Proyecto Finisterre comenzó con la localización, registro y diagnosis del Patrimonio Cultural Subacuático en el entorno de este cabo.
Hasta el momento han sido descubiertos, en este tramo de la Costa de la Muerte, 25 pecios, 20 de ellos de interés patrimonial, con un amplio espectro cultural y cronológico.
El acontecimiento naval de mayor transcendencia registrado en esta zona es el naufragio, el 28 de octubre de 1596, de alrededor de 25 buques, pertenecientes a la Armada que el Adelantado Martín de Padilla debía conducir a Irlanda con objeto de abrir un nuevo frente entre la España Católica y la Europa Protestante. Alrededor de un centenar de naves, partieron de los puertos de Lisboa y Sevilla con rumbo a Ferrol, allí se unirían a otras que les aguardaban para juntas dirigirse al norte.
Entre de los yacimientos relacionados con esta flota, destaca el pecio de punta Restelos, en la ensenada de Sardiñeiro. Allí, a menos de 6 m de profundidad, localizamos los restos de un gran buque del que se conservan elementos de su carga, impedimenta, artillería, equipamiento, y estructura.
La presencia de elementos estructurales además del propio timón del buque indica que, enterrados bajo la arena, se encuentran muchos más elementos. El hallazgo de un timón se da muy raramente en la Arqueología Subacuática, pues suelen ser arrancados por el oleaje y perderse muy fácilmente.
Entre los materiales recuperados y convenientemente restaurados por nuestro equipo, destaca abundante impedimenta quirúrgica, como lavativas, jeringas, morteros….
Numerosas monedas de plata destinadas a los gastos del ejército fueron rescatados del galeón de la República Ragusa (Actual Dubrovnik) San Gerónimo identificado en las proximidades del cabo Cée, en Corcubión.
La colaboración con el departamento de antropología de la University of Texas, A&M, es consecuencia de existir entre sus líneas de investigación el estudio de los buques hispanos del siglo XVI.
El objetivo del estudio del Proyecto Finisterre comenzó con la localización, registro y diagnosis del Patrimonio Cultural Subacuático en el entorno de este cabo.
Hasta el momento han sido descubiertos, en este tramo de la Costa de la Muerte, 25 pecios, 20 de ellos de interés patrimonial, con un amplio espectro cultural y cronológico.
El acontecimiento naval de mayor transcendencia registrado en esta zona es el naufragio, el 28 de octubre de 1596, de alrededor de 25 buques, pertenecientes a la Armada que el Adelantado Martín de Padilla debía conducir a Irlanda con objeto de abrir un nuevo frente entre la España Católica y la Europa Protestante. Alrededor de un centenar de naves, partieron de los puertos de Lisboa y Sevilla con rumbo a Ferrol, allí se unirían a otras que les aguardaban para juntas dirigirse al norte.
Entre de los yacimientos relacionados con esta flota, destaca el pecio de punta Restelos, en la ensenada de Sardiñeiro. Allí, a menos de 6 m de profundidad, localizamos los restos de un gran buque del que se conservan elementos de su carga, impedimenta, artillería, equipamiento, y estructura.
La presencia de elementos estructurales además del propio timón del buque indica que, enterrados bajo la arena, se encuentran muchos más elementos. El hallazgo de un timón se da muy raramente en la Arqueología Subacuática, pues suelen ser arrancados por el oleaje y perderse muy fácilmente.
Entre los materiales recuperados y convenientemente restaurados por nuestro equipo, destaca abundante impedimenta quirúrgica, como lavativas, jeringas, morteros….
Numerosas monedas de plata destinadas a los gastos del ejército fueron rescatados del galeón de la República Ragusa (Actual Dubrovnik) San Gerónimo identificado en las proximidades del cabo Cée, en Corcubión.
Defensas de elefante localizadas sobre un pecio.
En los siete pecios localizados de las veinticinco naves perdidas, se han documentado numerosas piezas de artillería de diferentes tipos y materiales como bronce, hierro fundido y hierro forjado. Armamento ligero entre los que destacan arcabuces y espadas, además de numerosa munición en plomo, hierro y piedra. También se documentaron elementos de la impedimenta del ejército que transportaba: como plomo para fundir munición, cureñas de artillería terrestre, equipos quirúrgicos, elementos pertenecientes a la vestimenta de soldados, etc.
Entre los materiales de uso cotidiano destaca la localización de piezas de vajilla de mesa de peltre, una cuchara de bronce, además de numerosos elementos en cerámica. Todos estos elementos documentados más los que queda por identificar, constituyen un ejemplo vivo de la impedimenta, armamento y bagajes de un ejército español, en la época de su mayor esplendor.
En los siete pecios localizados de las veinticinco naves perdidas, se han documentado numerosas piezas de artillería de diferentes tipos y materiales como bronce, hierro fundido y hierro forjado. Armamento ligero entre los que destacan arcabuces y espadas, además de numerosa munición en plomo, hierro y piedra. También se documentaron elementos de la impedimenta del ejército que transportaba: como plomo para fundir munición, cureñas de artillería terrestre, equipos quirúrgicos, elementos pertenecientes a la vestimenta de soldados, etc.
Entre los materiales de uso cotidiano destaca la localización de piezas de vajilla de mesa de peltre, una cuchara de bronce, además de numerosos elementos en cerámica. Todos estos elementos documentados más los que queda por identificar, constituyen un ejemplo vivo de la impedimenta, armamento y bagajes de un ejército español, en la época de su mayor esplendor.
Rueda de artillería localizada en un buque de la Armada de 1596.
La mayoría de estos materiales permanecen in situ, enterrados en la arena, por cuanto los presupuestos de partida del proyecto no contemplan la extracción de materiales, más allá de aquellos estrictamente necesarios para garantizar su conservación.
Entre otros yacimientos significativos que hemos descubierto en el curso de nuestras actividades destaca la corbeta de 32 cañones Bayonnaise, un buque militar francés embarrancado por su propia tripulación en la playa de Finisterre en el año 1803, poco antes de que España, aliada con Francia, entrara en guerra contra Inglaterra.
Este buque, que huía perseguido por un navío de mayor porte, conserva gran parte de su estructura de madera. Durante nuestras inmersiones hemos podido documentar sus cuadernas, forro exterior y forro interior, además de un forro externo de planchas de cobre para evitar la adherencia de organismos marinos sobre la obra viva del casco. Entre los objetos transportados, además de piezas de artillería, numerosa munición – tanto de artillería como de armas portátiles, hemos localizado objetos de uso cotidiano de sus tripulantes.
El pecio del vapor correo británico Great Liverpool, varado durante un temporal en playa de Gures, Cée, con un riquísimo cargamento consistente en sedas, añil y colmillos de elefante, al que hemos de añadir los objetos personales de sus acaudalados pasajeros.
Los vapores Syrian, Mathew Cay o Lionne, todos ellos del siglo XIX, son otros tantos ejemplos de la riqueza patrimonial ya descubierta, y un acicate para la profundización en esta empresa.
Entre otros yacimientos significativos que hemos descubierto en el curso de nuestras actividades destaca la corbeta de 32 cañones Bayonnaise, un buque militar francés embarrancado por su propia tripulación en la playa de Finisterre en el año 1803, poco antes de que España, aliada con Francia, entrara en guerra contra Inglaterra.
Este buque, que huía perseguido por un navío de mayor porte, conserva gran parte de su estructura de madera. Durante nuestras inmersiones hemos podido documentar sus cuadernas, forro exterior y forro interior, además de un forro externo de planchas de cobre para evitar la adherencia de organismos marinos sobre la obra viva del casco. Entre los objetos transportados, además de piezas de artillería, numerosa munición – tanto de artillería como de armas portátiles, hemos localizado objetos de uso cotidiano de sus tripulantes.
El pecio del vapor correo británico Great Liverpool, varado durante un temporal en playa de Gures, Cée, con un riquísimo cargamento consistente en sedas, añil y colmillos de elefante, al que hemos de añadir los objetos personales de sus acaudalados pasajeros.
Los vapores Syrian, Mathew Cay o Lionne, todos ellos del siglo XIX, son otros tantos ejemplos de la riqueza patrimonial ya descubierta, y un acicate para la profundización en esta empresa.
Cubertería restaurada de plata y alpaca perteneciente a uno de los vapores localizados
La disponibilidad presupuestaria – nunca suficiente, menos en las circunstancias actuales – y la entidad de la tarea a ejecutar, nos forzaron a implementar nuevos métodos y equipos que garantizaran, no sólo la seguridad de los trabajos, sino la ejecución más económica posible de los mismos. Todo ello sin descuidar los patrones científicamente más rígidos- la carencia de medios no exime de la aplicación del método científico.
Hemos implementado, desarrollado y depurado técnicas, y equipos aplicables a la investigación arqueológica subacuática que nos han permitido abaratar al máximo los costes de operación y obtener los objetivos planteados.
El Proyecto Finisterre en la actualidad focaliza sus esfuerzos en la documentación de la Armada de 1596. Unas 25 naves – un número similar a las perdidas durante la Jornada de Inglaterra de 1588, bautizada como Armada Invencible por los enemigos de España. La diferencia es que estas naves no se encuentran al otro lado del mar, sino en nuestras propias costas, no deberíamos de tener razones para demorar su investigación.
Hemos implementado, desarrollado y depurado técnicas, y equipos aplicables a la investigación arqueológica subacuática que nos han permitido abaratar al máximo los costes de operación y obtener los objetivos planteados.
El Proyecto Finisterre en la actualidad focaliza sus esfuerzos en la documentación de la Armada de 1596. Unas 25 naves – un número similar a las perdidas durante la Jornada de Inglaterra de 1588, bautizada como Armada Invencible por los enemigos de España. La diferencia es que estas naves no se encuentran al otro lado del mar, sino en nuestras propias costas, no deberíamos de tener razones para demorar su investigación.
Espada ropera española de lazo en uno de los pecios de 1596.
El estudio de estas naves es fundamental para la Historia Marítima europea. El siglo XVI ibérico marcará todo el devenir marítimo de nuestro continente durante siglos. Hasta ese momento la navegación en Europa fue siempre de cabotaje. Un marino podía recorrer todo el mundo medieval conocido, desde Groenlandia hasta Georgia sin apartarse jamás, apenas más de 100 millas de la costa.
Es en el momento en que los españoles y los portugueses se ven en la necesidad de realizar transportes de gran cantidad de personas y mercancías a través del océano – primero el Atlántico y luego el resto de océanos que Iberia abrió al mundo – cuando se hace necesario desarrollar nuevos tipos de naves adecuadas para los mares abiertos, rápidas, marineras, con gran capacidad de carga y buena capacidad ofensiva para frenar acometidas enemigas.
De estas naves, conocidas como galeones, derivaron todas las naves que en los siglos posteriores permitieron a Europa dirigir el planeta: quien domina los mares, domina el mundo. Pues bien, de esas naves, casi no sabemos nada. La más trascendental aportación material hispana a la Historia Marítima pasa totalmente desapercibida en nuestro país.
Los escasos ejemplos de naves de la época que se han conservado hasta nosotros, fuera de nuestras fronteras, apenas han tenido atención de cazatesoros con intereses apartados de la arquitectura naval. Otros buques sí estudiados con metodología científica no merecen la denominación de galeones por mucho que esa denominación la estiremos. Los buques localizados en España… simplemente se ignoran.
Consideramos la existencia de la Armada de 1596, y otros pecios diseminados en las costas gallegas – el galeón que localizamos recientemente en el Puerto de Ribadeo durante una actuación a cargo del Ente Público Portos de Galicia – como una oportunidad para avanzar en el conocimiento de un período protagonizado por una España asentada en esos momentos en la cúspide del desarrollo técnológico de su época. Este aspecto, tan determinante para la Historia Naval, podría dar a Galicia y a España la oportunidad de escribir su propia Historia.
El estudio de estas naves es fundamental para la Historia Marítima europea. El siglo XVI ibérico marcará todo el devenir marítimo de nuestro continente durante siglos. Hasta ese momento la navegación en Europa fue siempre de cabotaje. Un marino podía recorrer todo el mundo medieval conocido, desde Groenlandia hasta Georgia sin apartarse jamás, apenas más de 100 millas de la costa.
Es en el momento en que los españoles y los portugueses se ven en la necesidad de realizar transportes de gran cantidad de personas y mercancías a través del océano – primero el Atlántico y luego el resto de océanos que Iberia abrió al mundo – cuando se hace necesario desarrollar nuevos tipos de naves adecuadas para los mares abiertos, rápidas, marineras, con gran capacidad de carga y buena capacidad ofensiva para frenar acometidas enemigas.
De estas naves, conocidas como galeones, derivaron todas las naves que en los siglos posteriores permitieron a Europa dirigir el planeta: quien domina los mares, domina el mundo. Pues bien, de esas naves, casi no sabemos nada. La más trascendental aportación material hispana a la Historia Marítima pasa totalmente desapercibida en nuestro país.
Los escasos ejemplos de naves de la época que se han conservado hasta nosotros, fuera de nuestras fronteras, apenas han tenido atención de cazatesoros con intereses apartados de la arquitectura naval. Otros buques sí estudiados con metodología científica no merecen la denominación de galeones por mucho que esa denominación la estiremos. Los buques localizados en España… simplemente se ignoran.
Consideramos la existencia de la Armada de 1596, y otros pecios diseminados en las costas gallegas – el galeón que localizamos recientemente en el Puerto de Ribadeo durante una actuación a cargo del Ente Público Portos de Galicia – como una oportunidad para avanzar en el conocimiento de un período protagonizado por una España asentada en esos momentos en la cúspide del desarrollo técnológico de su época. Este aspecto, tan determinante para la Historia Naval, podría dar a Galicia y a España la oportunidad de escribir su propia Historia.
Monedas de plata españolas y portuguesas recuperadas del pecio del galeón
San Jerónimo, perteneciente a la flota de 1596.
San Jerónimo, perteneciente a la flota de 1596.
Otro de los importantes pecios localizados es el pecio del vapor Great Liverpool, localizado a unos siete metros de profundidad en la playa de Gures, Cée. Se trata del pecio de un vapor correo de la compañía británica P&O. Este vapor pionero (1836), fue un magnífico ejemplo de los primeros buques de pasaje de línea que conectaban el naciente Imperio Británico del Lejano Oriente a través del Mediterráneo. Proveniente de Alejandría, destaca su riquísimo cargamento del que se conservan numerosas joyas, piedras semipreciosas y otros elementos suntuarios pertenecientes a sus pasajeros. Numerosos objetos provenientes de la vida a bordo destacan entre las piezas recuperadas. De su cargamento destaca la presencia de un elevado número de colmillos – o defensas – de elefante.
Este pecio, lo mismo que el resto de los hasta ahora citados, se encuentran muy afectados por la acción marina, tanto mecánica, biológica y/o electroquímica, además de ser muy sensible, por la riqueza de su cargamento, a la acción de los cazatesoros y buscadores de recuerdos. Hasta tal punto es grave la situación que, de no tomarse medidas inmediatas, estos yacimientos desaparecerán irremisiblemente.
La localización de todos estos yacimientos se debe a la ejecución de sucesivas campañas de prospección arqueológica subacuática, tanto geofísica ; como clásica. Esta última centrada en aquellos puntos en los que, por informes, bibliografía o cualquier causa, se sospecha que puedan albergar elementos de interés. De todos los sistemas de localización de yacimientos, el mejor sistema, sin duda, son los informes facilitados por pescadores, buceadores y/o mariscadores locales. Son ellos los que mejor conocen los fondos marinos de la zona, atesorando entre todos unos conocimientos que sobrepasan con mucho las posibilidades de cualquier intervención arqueológica .
Este pecio, lo mismo que el resto de los hasta ahora citados, se encuentran muy afectados por la acción marina, tanto mecánica, biológica y/o electroquímica, además de ser muy sensible, por la riqueza de su cargamento, a la acción de los cazatesoros y buscadores de recuerdos. Hasta tal punto es grave la situación que, de no tomarse medidas inmediatas, estos yacimientos desaparecerán irremisiblemente.
La localización de todos estos yacimientos se debe a la ejecución de sucesivas campañas de prospección arqueológica subacuática, tanto geofísica ; como clásica. Esta última centrada en aquellos puntos en los que, por informes, bibliografía o cualquier causa, se sospecha que puedan albergar elementos de interés. De todos los sistemas de localización de yacimientos, el mejor sistema, sin duda, son los informes facilitados por pescadores, buceadores y/o mariscadores locales. Son ellos los que mejor conocen los fondos marinos de la zona, atesorando entre todos unos conocimientos que sobrepasan con mucho las posibilidades de cualquier intervención arqueológica .
Moneda dela reina Victoria, de media rupia, acuñada por la
East India Company en 1840, restaurada por Victoria Folgueira.
Archeonauta S.L.
Mediante el recurso a la prospección geofísica y los datos ofrecidos por nuestros informantes, se han establecido cerca de 500 puntos de interés que se vienen comprobando en cada campaña, a la vez que se avanza en el conocimiento de cada uno de los pecios localizados con anterioridad.
Durante la campaña de 2011 se avanzó en una faceta que no había sido abordada hasta este momento, ni en esta campaña, ni prácticamente en aguas españolas en tareas de arqueología subacuática. La comunicación por parte de pescadores del puerto de Finisterre de la presencia de puntos de enganche y pérdida de aparejos que pudieran corresponderse con buques hundidos, nos ha llevado a ampliar el rango de profundidades en los que hasta ahora se venía desarrollando el trabajo de los buceadores y que raramente superaban los 25 m de profundidad. Así se han documentado dos vapores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX en profundidades hasta los -54 m. Estas inmersiones precisan de medios diferentes a los utilizados hasta ahora, que conllevan el empleo de gases respirables diferentes al aire y equipos especiales para trabajar a dichas profundidades.
Esta nueva metodología de investigación en aguas más profundas confiamos que depare nuevos y buenos resultados, pues hasta el momento nadie ha buceado en tales pecios y los mismos se hallan intactos para la investigación. Todavía quedan muchos puntos por inspeccionar entre las localizaciones obtenidas, tarea que será necesario acometer en futuras campañas.
En definitiva, las condiciones de trabajo que ofrecen las aguas en el entorno del cabo Finisterre, la riqueza patrimonial que se oculta bajo sus aguas, la perfecta sintonía con la población local que entiende que – ahora sí – es posible el estudio y puesta en valor de la inmensa riqueza cultural de la que es depositaria, sientan las bases para el desarrollo de una tarea que esperamos sea apoyada con mayor intensidad, ahora que esta riqueza patrimonial, sumergida, pero al alcance de la mano, ha quedado plenamente de manifiesto.
La tarea pendiente es inmensa, como lo es la riqueza patrimonial conservada, pero con las nuevas técnicas de trabajo y de buceo implementadas en este proyecto, es posible acometerlas con la mayor economía de medios, y gastos contenidos, ofreciendo como contrapartida unos buenos resultados, tanto desde el punto de vista científico como patrimonial. Tal y como queda demostrado con las campañas desarrolladas hasta ahora.
East India Company en 1840, restaurada por Victoria Folgueira.
Archeonauta S.L.
Mediante el recurso a la prospección geofísica y los datos ofrecidos por nuestros informantes, se han establecido cerca de 500 puntos de interés que se vienen comprobando en cada campaña, a la vez que se avanza en el conocimiento de cada uno de los pecios localizados con anterioridad.
Durante la campaña de 2011 se avanzó en una faceta que no había sido abordada hasta este momento, ni en esta campaña, ni prácticamente en aguas españolas en tareas de arqueología subacuática. La comunicación por parte de pescadores del puerto de Finisterre de la presencia de puntos de enganche y pérdida de aparejos que pudieran corresponderse con buques hundidos, nos ha llevado a ampliar el rango de profundidades en los que hasta ahora se venía desarrollando el trabajo de los buceadores y que raramente superaban los 25 m de profundidad. Así se han documentado dos vapores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX en profundidades hasta los -54 m. Estas inmersiones precisan de medios diferentes a los utilizados hasta ahora, que conllevan el empleo de gases respirables diferentes al aire y equipos especiales para trabajar a dichas profundidades.
Esta nueva metodología de investigación en aguas más profundas confiamos que depare nuevos y buenos resultados, pues hasta el momento nadie ha buceado en tales pecios y los mismos se hallan intactos para la investigación. Todavía quedan muchos puntos por inspeccionar entre las localizaciones obtenidas, tarea que será necesario acometer en futuras campañas.
En definitiva, las condiciones de trabajo que ofrecen las aguas en el entorno del cabo Finisterre, la riqueza patrimonial que se oculta bajo sus aguas, la perfecta sintonía con la población local que entiende que – ahora sí – es posible el estudio y puesta en valor de la inmensa riqueza cultural de la que es depositaria, sientan las bases para el desarrollo de una tarea que esperamos sea apoyada con mayor intensidad, ahora que esta riqueza patrimonial, sumergida, pero al alcance de la mano, ha quedado plenamente de manifiesto.
La tarea pendiente es inmensa, como lo es la riqueza patrimonial conservada, pero con las nuevas técnicas de trabajo y de buceo implementadas en este proyecto, es posible acometerlas con la mayor economía de medios, y gastos contenidos, ofreciendo como contrapartida unos buenos resultados, tanto desde el punto de vista científico como patrimonial. Tal y como queda demostrado con las campañas desarrolladas hasta ahora.
Figura de marfil de un juego de ajedrez
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